Por Karla Castillo
Cuando escuches la palabra “beca”, levanta la mano rápidamente y di “yo“, puede ser que mientras piensas el cómo, qué y porqué, la oportunidad de tus sueños se la haya llevado otro. La anterior es una filosofía que predomina en mi universidad y que una gran mentora le dice a los jóvenes para animarlos a aplicar a becas universitarias que, indudablemente, cambiarán sus vidas.
Nos encontramos en las vísperas para la próxima edición de las tan prestigiosas Becas Botín para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, donde 32 jóvenes con pasión y deseo por hacer de sus países y Latinoamérica un lugar diferente vivirán una experiencia extraordinaria. Jóvenes, como todo ser humano, pero con el coraje de incomodarse la vida para ser promotores de cambios en la sociedad.
Miles de estudiantes se enteran de las Becas Botín, la mayoría de ellos las dejan pasar sin siquiera intentarlo; otros miles comienzan su postulación pero desertan en el camino; algunos cientos lo intentarán, quizás solo para ver qué pasa y otros, una proporción muy baja, dará lo mejor de sí para demostrar que son dignos de representar a su universidad, a su país y a Latinoamérica en un programa de tan alto nivel. ¿Porqué? No tengo la respuesta exacta, pero creo que hay algunos paradigmas sobre las Becas Botín que podrían ser el impedimento entre tú y esta meta. Te lo digo porque yo también lo viví y lo he visto en muchos jóvenes que dicen un “pero” antes de dar el primer paso. Aquí están algunos de esos paradigmas:
“Competirán los mejores estudiantes de cada universidad y yo no soy demasiado bueno”. Falso. Competirán los jóvenes que tengan mayor pasión por el servicio y por la región y que, a pesar de la incertidumbre o pensar que quizás no son tan buenos, se atreverán y darán lo mejor de sí. No hay nadie mejor que otro, simplemente somos diferentes.
“No tengo experiencia en la función pública, así que no tengo esperanza”. Nuevamente te digo, falso. Puedes ser un servidor público desde tu asociación estudiantil, desde la ONG de tu comunidad, desde tu iglesia o desde un puesto como funcionario público; lo importante es que donde estés, te encuentres realizando un cambio positivo.
“No me darán permiso en mi universidad, ni en el trabajo y mis planes y organizaciones colapsarían si me voy dos meses” ¿Qué crees? Bueno, no sé exactamente la respuesta, pues depende de tu entorno. Sin embargo, con experiencia te digo que inexplicablemente las cosas tomarán su lugar y encontrarás el apoyo que necesitas, incluso de donde menos lo esperabas.
“Tendré que retrasarme, quizás hasta un año en mi universidad”. Pues, como me dijo un buen amigo “Eres joven, ¿porqué correr?”. Estamos programados con estándares sociales que te dicen que debes acabar tus estudios lo antes posible porque la finalidad última de la vida es trabajar (los siguientes 40 años de tu vida). Jamás será un tiempo perdido, sino dos meses que invertirás en una experiencia diferente que muy pocos podrán vivir. Vive para vivir tu vida, no para cumplir con lo que la sociedad le exige a todos.
“La decepción de ser rechazado sería muy fuerte; no estoy preparado”. Puedes sentir toda la incertidumbre del mundo, eso significa que te importa, pero trata de que ese temor no te paralice. Como dice un dicho muy popular “No hay peor batalla que la que no se hace”, así que no te quedes con la incertidumbre de saber qué hubiese pasado si te hubieses decidido a aplicar a esta enorme oportunidad. Eres muy bueno, y lo seguirás siendo pase lo que pase. ¡Anímate! Esta experiencia puede ser tuya.
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