Por Ilan Bajarlia
En un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista Scientific American, la psicóloga de la Universidad de Stanford, Carol Dweck, definió dos tipos de mentalidades opuestas que definen a las personas: los que poseen una “mentalidad de crecimiento” (growth-mindset), por un lado, contra los que presentan una “mentalidad fija” (fixed-mindset), por el otro.
El primer grupo, dice Dweck, cree que la inteligencia es maleable y utilizan los errores como forma de apalancarse hacia una mejor versión de ellos mismos. Estos, en palabras del pionero de la psicología positiva, Martin Seligman, son los que consideramos optimistas. Los segundos, en cambio, sostienen que nacemos con determinadas habilidades y que las mismas son inmodificables. No importa cuanto nos esforcemos en cambiarlas, el resultado se mantendrá intacto.
Para estos últimos, los fracasos y caídas son una muestra de inaptitud, estupidez y verguenza. Es por eso que eluden retos. Pues, a partir de estos, “cometen errores mucho más comunmente y se muestran menos inteligentes” que si no intentaran desafiarse a si mismos.
Al leer el análisis de la autora, no se puede más que realizar un paralelismo mental sobre dos perfiles muy generales acerca de cómo los uruguayos debatimos sobre la crisis (¿crisis?) educativa que estamos afrontando.
Basta con leer cualquier artículo de prensa y analizar los tropiezos en materia de reforma educativa que se han dado a lo largo de la última década para lograr identificar dos cosmovisiones distintas, dos paradigmas teóricos opuestos, a la hora de enfrentarnos al debate y generar políticas para el fortalecimiento educativo.
Por un lado, los que creen que la reforma es posible, ponen sobre la mesa las cifras de PISA, la prueba educativa que realiza la OCDE, y muestran que el Uruguay se ubicó 56vo entre los 65 países de la muestra. O que, sólo entre 2003 y 2012, los estudiantes uruguayos empeoraron sus resultados en matemática en un 3%, mientras que en lectura y ciencias empeoraron en un 5%.
Argumentan que el 10% de los jóvenes uruguayos más ricos puntuó similar al 10% de los más pobres en Hong Kong y Corea del Sur, y que son menos del 40% de los jóvenes uruguayos de entre 20 y 24 años los que terminaron la educación media.
Nos comentan, además, que el 63% de los estudiantes de nivel medio no culminan sus estudios, y que el 48,1% de las personas con 15 o más años de edad no alcanzaron a concluir la educación secundaria básica.
Para ellos, estos datos son una muestra de insatisfacción trágica. De realidad inaceptable, imposible de digerir naturalmente.
No obstante, saben que, para lograr un cambio positivo, deberán contar con aliados, muchos de los cuales están convencidos que seguimos siendo la Suiza de América y que, milagrosamente, el próximo Alan Turing o Steve Jobs nacerá en Tacuermbó, donde aún se mantienen intactas las raíces de Carlos Gardel.
LA “MENTALIDAD FIJA” EN LA EDUCACIÓN URUGUAYA
No es sólo que las prioridades de “educación, educación, educación” del presidente José Mujica quedaron en el aire, es decir, que no pudieron plasmarse en una reforma educativa holística que nos lleve al crecimiento. Hay varios ejemplos más en los que la “mentalidad fija” se ha impuesto por sobre la de crecimiento en el marco de la discusión sobre educación. Veamos algunos:
– La Universidad de la República rechazó lo que pudo haber sido un acuerdo histórico con la Universidad de Stanford, en donde estudiantes y profesores uruguayos podrían haberse beneficiado de capacitaciones por los mejores expertos del mundo en ciencia y tecnología. Se prefirió no hacerlo por razones “ideológicas”.
– La renuncia de Pedro Ravela, jerarca del Instituto de Evaluación Educativa (IEED), por discrepar “con ciertas características del informe y con la manera en que se pretende presentar la información”. En otras palabras, por eludir lo “fundamental” de la problemática.
– La negativa del recientemente electo presidente Tabaré Vázquez a aceptar que la oposición ocupe puestos en los entes autonómos, como en el Consejo Directivo Central (CODICEN), sobre todo en tiempos en que la promesa de reforma pasa a ser crítica y que debería ser tratada como una política de Estado, transversal a los intereses partidarios.
– A pesar de que la repetición en sexto de primaria ha sido disminuida, según cifras oficiales, el experto Pablo Da Silveira sostuvo que “parte importante de los alumnos egresa de primaria en un estado de semi-analfabetismo”, y que muchos maestros dicen “ser presionados por las inspecciones para bajar las tasas de repetición a cualquier costo”.
– Tomando prestada la teoría de Dweck, no sólo podemos observar un altísimo grado de pasividad ante un problema tan preocupante como este. Además, podemos visualizar la manera en que la “mentalidad fija” de algunos uruguayos se ha hecho presente de forma constante en casi todos los andariveles del sistema educativo, estancando a todos los quieren progresar.
ATISBOS DE OPTIMISMO
Si bien estructuralmente la “mentalidad fija” predomina por sobre la “mentalidad de crecimiento”, existe demasiada evidencia de que haciendo las cosas diferente se pueden lograr resultados asombrosos, como lo demuestra el bestseller del The New York Times, Paul Tough, en su libro «Cómo triunfan los niños: determinación, curiosidad y el poder del carácter».
A nivel local, algunas iniciativas han ido demostrando que el cambio es posible. Los centros Jubilar, Impulso o Providencia, todas iniciativas privadas destinadas al sector publico, han demostrado resultados que hablan por sí solos. Además, la proliferación de los Centros Educativos Comunitarios, a través de metodologías innovadoras que atraen la atención y curiosidad de chicos “problemáticos”, están logrando retener e incluir a muchos estudiantes dentro del sistema nacional de educación.
Por último, la aparición de emprendimientos sociales como Enseña Uruguay, en donde se busca atacar el vacío de profesores en Secundaria, demuestran no sólo el alto grado de involucramiento de la sociedad en esta problemática, sino la relevancia de la “mentalidad de crecimiento” en crear valor para mejorar las oportunidades de todos.
En fin, la educación es un agente primordial de socialización y formación, responsable del desarrollo íntegro de los individuos, desde un plano de valores hasta otro de conocimientos y habilidades que se ven reflejadas en todos los ámbitos de la vida profesional y personal.
Es, además, una de las herramientas más importantes para remediar la inclusión social y empoderar a la población de mayores oportunidades para el futuro. Cuanto mejor sea la educación, menores serán los conflictos de inseguridad y desigualdad, mayor será el nivel de competitividad del país y, al final, los estándares de vida de la población en general serán mucho más altos.
Es por eso que debemos atacar el problema de fondo, en lugar de aparentar soluciones medias atacando el síntoma. Reconocer los problemas a corto plazo, a pesar del dolor, es un costo demasiado importante para los inmensos beneficios que puede acarrear la reforma educativa en toda su extensión.
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