Red de Servidores Públicos
Uruguay y la enfermedad holandesa: Nuevos desafíos requieren nuevas perspectivas
Por Juan José Riva Grela.
¿Cómo podemos ver el boom económico que nuestro país ha vivido en estos últimos años? ¿Cómo explican la economía y las relaciones internacionales esta situación que vivimos hoy en día? ¿Quién gana y quien pierde?
Muchas veces miramos el entorno global y parece indescifrable, casi imposible comprender los hilos que mueven el mundo en que vivimos, y la realidad es que no es fácil. No obstante, podemos tomar por separado diferentes fenómenos, mirarlos con lupa y tratar de esclarecer (al menos en parte) lo que pasa en nuestro entorno.
¿Por qué los uruguayos estamos viajando tanto al exterior, importando tantos autos y los exportadores se quejan de lo difícil que les es colocar sus productos en el mundo? ¿Cuál es la causa de tal situación?
Este escenario puede diagnosticarse como una enfermedad un poco veterana ya, que viene seguido por la región de Latinoamérica, causa problemas y luego se va. Se llama la enfermedad holandesa.
En la década de los 60 Holanda descubrió enormes yacimientos de petróleo en su país y consecuentemente se transformo en un exportador de petróleo. Ello derivó en un ingreso de divisas al país de la naranja mecánica sin precedentes. Como consecuencia del ingreso de divisas, la moneda holandesa (en ese entonces el florín) se encareció, ya que todos querían tener florines para comprar petróleo holandés. La apreciación del florín generó que todo en Holanda fuera más caro en comparación con otros países, volviéndose menos competitivo y perjudicando a los exportadores holandeses de productos que no eran petróleo, que por lo general son las industrias que más influyen en el bienestar de los ciudadanos holandeses.
Pero también, esta enfermedad llevo a que los factores productivos se volcaran a la producción del commodity que subió, abandonando las industrias clásicas. Los trabajadores quieren trabajar en el petróleo, el capital se invierte en el petróleo y la tierra se utiliza para la explotación, refinación y comercialización del petróleo, generando un proceso de des-diversificación de la economía. Todos los huevos se van ubicando lentamente en la misma canasta, con los riesgos que esto conlleva.
Ahora… ¿Que tiene esto que ver con Uruguay?
Bueno, la subida drástica del precio de commodities como la soja amenaza con generar el mismo problema. La soja se ha transformado en el primer producto de exportación del Uruguay y amenaza con seguir creciendo. Cada vez más los campos se enfocan en producir soja en desmedro de otras producciones, cada vez más trabajadores se dedican a la soja en lugar de otros oficios y cada vez más capital se invierte en la soja en lugar de otros destinos.
Este panorama nos hace estar alerta por dos aspectos.
El primero es específicamente el derivado del mal holandés. El aumento exponencial de los precios de la soja y como consecuencia de sus exportaciones hace que ingresen cada vez más divisas a nuestro país. El ingreso de divisas hace más cara nuestra moneda. Con una moneda más cara, nuestras exportaciones son menos competitivas. El productor uruguayo de textiles, de medicamentos y de vinos se perjudica. Mientras el productor de soja sale ganando.
Pero el segundo problema es que cada vez más la economía se centra en producir aquel commodity que paga más. La producción se ¨primariza¨ y se centraliza. Dejándonos expuestos a los vaivenes de la economía mundial, ya que si mañana baja el precio de ese commodity vamos a estar complicados.
Personalmente creo que el peor agravante de esta enfermedad es no tratarla. Hacer la vista gorda y creer que si el precio del commodity sube, entra más dinero y todo va bien. O mirarlo solo con ojos fiscales, pensando en cómo utilizar ese excedente de divisas que entra al país. Pero es trascendental mirarlo con ojos productivos, pensando en el bien del país y sus productores.
Detrás de cada exportador uruguayo que se vuelve más caro hay muchas familias. La industria uruguaya es clave para el desarrollo de nuestra economía y debemos atender estos eventos que parecen muy buenos pero dejan sus heridos en el camino.
Una posibilidad de contrarrestar este problema que enfrentan los productores uruguayos es reducir sus costos del comercio por todos los medios posibles. Reducir los costos arancelarios con mayores tratados de libre comercio, reducir los costos logísticos con mejor infraestructura y reducir los costos de información asesorando en búsqueda de nuevos mercados.
Es el deber de un los servidores públicos es ser el escudo de los débiles, y de los más perjudicados por la coyuntura internacional. Los industriales uruguayos están viviendo un momento complicado y hemos de servirlos como hay que servir a quienes lo necesitan, porque de eso se trata la función pública: analizar la coyuntura y aplicar medidas para que nuestros ciudadanos vivan en un mundo mejor.